En la novela Hija de nadie, del escritor argentino Javier Núñez, la mamá de Yara ayuda a mejorar el destino de otros, quienes viven una distopía, uno de los signos que caracteriza la narrativa de los escritores jóvenes y que aparece en cualquiera de los géneros literarios, como prueba fehaciente de que los años que van del siglo XXI no son los más felices, al grado que sólo queda espacio para la resistencia de seres que extraen fuerza del interior para salvarse a sí mismos.

Esta obra obtuvo el Premio Casa de las Américas de Novela 2022, consta de 246 páginas, y forma para de la Colección Ficción de la Editorial de la Universidad Veracruzana. Su autor ganó, en 2012, el Premio Latinoamericano de Primera Novela Sergio Galindo, otorgado por la Universidad Veracruzana.

La primera parte, titulada Río Rojo, parece que el autor está describiendo lo que acaba de ver en una película, por ello su narración atrae desde estas primeras líneas:

“La mujer se abrió paso entre los matorrales con una mano llena de raspones y de la tierra reseca. Jadeaba como un animal salvaje y sus ojos estaban atravesados por el miedo. Con la otra mano tiraba sin miramientos de la chica, que la seguía a tropezones alzando el brazo libre para protegerse del latigazo de las ramas”.

La intensidad del hilo conductor de las primeras 92 páginas sostienen el suspenso, tanto que los ojos no pueden dejar de leer. Hay que saber cuál será el destino de Yara, la adolescente que gracias al sacrificio de su madre pudo escapar de una bestia humana que además de desear su cuerpo la buscará por todos los confines de la pampa argentina porque sin ella, la triada que requiere para seguir en el mundo verá su fin.

En la parte dos, el mito y la realidad, que se ha creado fuera de Bayres, conviven en el valle próximo a la ciudad Dos Puentes. La frialdad de un hombre tuerto, hábil con la pistola e inteligente, es decir, de Solo Camacho, se doblega ante la amenaza que ronda a una nueva protagonista: la doctora Viedma, otra mujer que ayudará a la niña salvaje que un día rescatara, para que no regrese a las manos del Dios Wolff, o de otros dos (Torres Araujo y Ocho Varela) que también desean explotar los poderes sobrenaturales de la “sanadora”.

“–Nuestro plan es cruzar el infierno sin despertar al diablo…” dijo Solo Camacho que se ha convertido en el héroe de la caravana que va en busca del lugar parecido al paraíso donde sus vidas reiniciarán: Las Tierras Patagónicas. Para lograrlo deben pasar por el país de los Hijos de Wolff, un infierno medieval.

Antes de llegar a la tercera parte está un Interludio en el que Wolff interroga, bajo tortura, a un hombre para que le diga en dónde está la chica muda.

Centauros del desierto

Después de recorrer kilómetros del sinuoso valle, una niña descubrió que se acercaban jinetes, su presencia era la de la muerte. Hubo una lucha cruenta entre los Hijos de Wolff y los hombres de la caravana, que dejó caídos de ambos bandos, pero lo terrible fue que capturaron a Yara.

Los sobrevivientes escucharon naves sobre sus cabezas, estudiaban cómo había sido la batalla, pero no mostraron el menor interés por las personas que agitaban sus brazos pidiendo ayuda.

“–Hijos de puta -dijo alguien. Era un hombre delgado, de cara cuadrada y edad indefinida-: Nunca les importamos. Nunca les vamos a importar.”

Y sí, todo parecido de esta novela de ficción con lo que sucede  en la cotidianidad de los marginados del mundo no es por culpa del azar, sino por ese puñado de poderosos que se apropió de la riqueza de los otros.

El desenlace no es para nada feliz, es, acaso, una esperanza de encontrar un lugar donde comenzar de cero a construir sus vidas.