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Uruguay/ José Mujica, expresidente de Uruguay, exguerrillero y referente de la izquierda latinoamericana, falleció este martes a los 89 años. La noticia fue confirmada por el actual presidente, Yamandú Orsi, quien escribió en redes sociales: “Presidente, militante, referente y conductor. Te vamos a extrañar mucho, Viejo querido”. Mujica había revelado en abril de 2024 que padecía cáncer de esófago.
Conocido mundialmente como “Pepe”, Mujica dejó una huella indeleble en la política uruguaya y global, no solo por su gestión como presidente entre 2010 y 2015, sino por su estilo de vida austero, su honestidad inflexible y su forma directa de comunicar. En un mundo dominado por líderes pomposos, Mujica elegía andar en un viejo Volkswagen Escarabajo celeste, vivir en una modesta chacra con su esposa, la exsenadora Lucía Topolansky, y donar gran parte de su salario para programas sociales. Para él, “no es pobre quien tiene poco, sino quien mucho desea”, como dijo en una recordada entrevista con *The New York Times*.
Su gobierno fue pionero en leyes progresistas que colocaron a Uruguay a la vanguardia mundial. Durante su mandato se legalizaron el aborto, el matrimonio igualitario y el uso recreativo de la marihuana, en un modelo estatal de regulación que despertó interés en todo el mundo.
Pero Mujica no fue solo un político reformista. Fue también protagonista de una vida marcada por la lucha. A fines de los años 60 se unió al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, un grupo guerrillero urbano que enfrentó al sistema político cuando Uruguay entraba en una espiral autoritaria. Tras varios atracos, enfrentamientos armados y fugas espectaculares –como la célebre evasión de 1971 de más de 100 tupamaros– fue capturado y pasó más de una década en prisión, muchas veces en condiciones de aislamiento y tortura. Fue liberado en 1985 con el retorno de la democracia.
Lejos de retirarse, canalizó su lucha por otras vías: fue electo diputado, luego senador y más adelante ministro de Agricultura. En 2009, venció en segunda vuelta y asumió la presidencia, liderando al Frente Amplio, la coalición de centroizquierda que había integrado a los antiguos guerrilleros. Gobernó con pragmatismo, promoviendo las energías renovables y aceptando a seis presos de Guantánamo en Uruguay, en una muestra de compromiso con los derechos humanos.
A pesar de su fama global y su influencia como ícono ético, Mujica fue también criticado por la falta de eficacia de su administración en áreas como educación y vivienda. Él mismo lo reconocía, sin perder su vocación de autocrítica.
Nacido el 20 de mayo de 1935 en Paso de la Arena, Montevideo, hijo de un vendedor ambulante y una florista de origen italiano, Mujica nunca renegó de sus raíces. Su formación autodidacta y su devoción por la vida rural lo mantuvieron siempre cerca del campo, donde cultivaba crisantemos con su esposa y cuidaba de su perra de tres patas, Manuela.
A fines de 2024, aún en tratamiento contra el cáncer, hizo campaña por su delfín político, Yamandú Orsi, quien lo sucedió en el poder. En uno de sus últimos actos públicos, Mujica se despidió con estas palabras: “Hasta siempre, les doy mi corazón”.
El mundo despide hoy a un líder irrepetible, que hizo de la humildad una forma de resistencia y del compromiso una práctica cotidiana. José Mujica no solo gobernó un país: con su ejemplo, intentó humanizar la política.
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