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A quienes estamos contra la reelección de Martin Aguilar en la rectoría pudo parecernos adecuada la declaración de la gobernadora en el sentido de que es necesario emitir ya, por parte de la junta de gobierno, la convocatoria para la designación del rector de la U. V., tal y como lo establece la ley. Con lo que me parece ya no estaríamos todos de acuerdo es con que esa ley de autonomía se haga cumplir por mandato expreso del gobierno, pues, en los hechos, la declaración de Rocío Nahle ha sido una orden. Y una orden de esas que se tienen que cumplir necesariamente a güevo, como decimos en mi barrio.
Estamos, así, de golpe y porrazo, ante el caso de una autonomía que funciona por motivos heterónomos. En lógica dura esto sería como postular la existencia de un círculo cuadrado. Pero la lógica no es muy popular. En la práctica -muchos podrán objetar con razón- la universidad nunca ha sido autónoma, en el sentido de que sus autoridades siempre han sido “palomeadas” por alguien en palacio de gobierno (y en al menos una ocasión, hasta en palacio nacional).
Autonomía significa, según creo recordar, la capacidad que alguien tiene para darse y seguir su propia ley. Pero la ley (esa que sí es la ley) se va a cumplir ahora no porque la junta de gobierno así lo haya decidido de manera autónoma, sino porque así se lo ordenó ese gobierno respecto al cual pretende ser autónoma. Creo por eso que aquí la gobernadora se excedió en sus opiniones y, en este caso, también se excedió en sus funciones. Aunquehay que agregar inmediatamente que el rector y su junta le dieron los motivos necesarios y suficientes para que ese manotazo sobre la mesa fuera tan sonoro. Los excesos de Martin y su juntita hicieron que al gobierno simplemente ya no le quedara de otra que meter orden en el proceso de sucesión en la universidad. Una decisión pragmática que desactiva, al menos de momento, un conflicto que estaba creciendo de manera acelerada y grave; aunque con ello sólo se haga claro lo evidente, a saber, que la autonomía no es tal. Pero ¿acaso alguien realmente se creyó eso de la “autonomía”, desde que se emitió esa ley en los tiempos lejanos del gobernador Chirinos? Supongo que la respuesta es no.
Bien, pues si nunca creímos en los Reyes Magos, ahora sólo nos queda reconocerlo, y ya. No pasa nada. Sólo esperemos que no nos traigan un rector desde Zacatecas; aunque aquí la caballada para la rectoría está tan flaca que cualquier cosa puede ocurrir.
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