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Al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, nada lo detiene en su en su reiterada intención hacer, cueste lo que cueste, su Make América Great Again, dicho de otra forma: “quítense que ahí les voy”.
Toca el turno a los migrantes, primero que nada los de origen latino. Cualquier persona, adulta o menor, de edad y sexo que fuere, con fisionomía latina, sean legales o indocumentados, están en la mira de Trump.
Se aprecia esto en todos los puntos fronterizos en donde ha desplegado una auténtica barrera de todo tipo contra los que ya ni sueñan con pasar, sabedores que los esperan guardias, militares, drones, en grave riesgo de la propia vida o la cárcel allá o hasta el riesgo de ser enviados al penal de máxima seguridad de El Salvador.
Primero empezó con esto: “Les daremos dinero y un billete de avión –a los indocumentados- y trabajaremos con ellos para que regresen lo antes posible si son buenas personas”.
Hasta donde se puede apreciar y se está viendo ahora en los estados de Florida y en California no hay distingos de buenas personas ni si son legales o indocumentados, no hay Ley que valga frente a Trump con su violencia y racismos mostradas que se pueden extender a los 50 estados de la Unión Americana.
De 65 millones de residentes de habla hispana en Estados Unidos, más de la mitad de ellos son de origen mexicano, 58 por ciento, (casi 40 millones) la mayor parte son nacidos allá y unos 10 millones de indocumentados.
El resto son puertorriqueños, salvadoreños, cubanos, dominicanos, guatemaltecos, españoles, colombianos, hondureños, ecuatorianos, chilenos, argentinos.
Esto da una idea de la magnitud de lo que enfrentan los connacionales y otros hablantes de español, o de origen latino, van por ellos debido a que por despreciarlos logró obtener su segundo mandato n el gobierno estadounidense.
Así que nada fácil, nada importa, a sabiendas claro que son esos migrantes los que se dedican en su mayoría al campo, construcción, industrias, conductores, cocineros, limpiadores de casas, limpiadores de basura, quitanieve, servidumbre, cuida enfermos, lavanderías y los que sigan.
Un auténtico colapso de derechos humanos y de respeto a las leyes en lo que se supone esa una democracia suigeneris en un país muy rico y que va por todo en este mundo.
La próxima semana viajará a Canadá la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo a la reunión del G7, en calidad de observadora.
A este foro asisten los mandatarios o primeros ministros de Alemania, Italia, Reino Unido, Francia, Japón, Canadá y Estados Unidos por supuesto.
Allá se verán por primera vez Claudia Sheinbaum y Donald Trump.
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