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Dicen que el último animal que subió al Arca de Noé –que no de Moisés, abusados– fue el “del-fin”. Y, según la ciencia, es uno de los animales más inteligentes, aparte, supuestamente, del ser humano. Ah, el Hombre… La Humanidad, pues, pa’ no entrar en detalles.
Alguien me comentó que los hombres ofenden antes al que aman que al que temen. Pos razón no le falta. Ahora que por doquier se cuecen habas o lo que se encuentren –por mucho que nos hablen bonito–, es necesario detenerse y, carajos, reflexionar un poco (ese acto que ya poco se nos da), darle rienda suelta a la sensibilidad y a la solidaridad, mandar muy lejos a la soberbia.
Un amigo me comentó: “A veces no se puede luchar contra el poder de la soberbia, ni contra la soberbia del poder, so pena de quedar atrapado en el intento o bien frito”. Sólo oí a mi amigo, porque en el fondo estaba tratando de apaciguar mi enojo por tantos asesinatos, indiferencia ante el derrumbamiento del país y del mundo.
¿Para qué hablar de la justicia? ¿Justicia? ¿Qué es eso? “Donde dejan de hablar las leyes, comienza el llanto de los inocentes”, escribió Hannah Arendt.
Sí, me da coraje y tristeza, porque andamos locos y contentos, algunos; a otros se los lleva la mala suerte, por decir lo menos. Bregamos ciegos. No nos ponemos de acuerdo y cada quien le hace al cuento por su lado, a favor del color que deseen, por tal de llevar la chuleta a casa y que no pasemos un mal rato con la delincuencia o algo más cabresto.
Entretanto, me entero que “el crecimiento se desacelerará en un contexto de alta incertidumbre. Se proyecta que la economía se expandirá un 0.4 % en 2025, antes de repuntar un 1.1 % en 2026”, según el reporte de la OCDE. Vaya, o te aguantas o te aguantas.
Creo que muchos pensamos lo que me comentó un amigo: “No he visto ni veo austeridad alguna –mucho menos franciscana– en los gobiernos de México. Veo austeridad terrible en nuestros pobres, pobres, pobres…
Luego entonces, ¿qué sigue? Nomás decir: “Todo lo que me dijiste fue bonito mientras me lo creí”.
LOS DÍAS Y LOS TEMAS
Joë Dicker, en su novela La muy catastrófica visita al zoo, anotó: “Pero, como dice mi mamá, el infierno está empedrado de buenas intenciones”. Creo que se imaginarán por qué esto viene a cuento.
Olga Tokarczuk, en su estupenda novela Sobre los huesos de los muertos, escribió: “Ningún corazón humano podría soportar tanto dolor. De hecho, la complicada psicología humana tiene un solo objetivo: impedirle al hombre entender lo que ve, buscar que la verdad no se abra paso hasta él y quede envuelta en alucinaciones y palabras vacías. Que el mundo sea una prisión llena de sufrimientos, organizada de manera que para sobrevivir haya que causar dolor a los otros. ¿Me explico?”.
Y entre sus páginas dice por ahí: “…el cuerpo humano es algo inhumano. Especialmente cuando se encuentra sin vida”. ¿Entienden, Méndez? Bueno, como nos hayan bautizado. De cualquier forma, si se muere una pulga, ¿a dónde va? Al pulgatorio.
DE CINISMO Y ANEXAS
Bueno, no cabe duda, y duda se fue caminando. Pero ya lo saben, un infierno inteligente sería mejor que un estúpido paraíso. O lo que es lo mismo: ¿Cuál es el colmo de Aladdín? Tener mal genio. Vaya, cría recuerdos y te sacarán lágrimas.
Hasta la próxima.
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