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Con marchas y plantones, lo mejor que saben hacer desde hace 47 años, los integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) celebraron el Día del Maestro. A pesar de que la presidenta Claudia Sheinbaum retiró una propuesta de reforma al ISSSTE impugnada por los profesores, ayer se instaló un plantón indefinido frente a Palacio Nacional, exigiendo un aumento salarial del 100% y la abrogación de la Ley del ISSSTE.
Aunque no existe un registro oficial que contabilice todas las movilizaciones realizadas por la CNTE desde su creación en 1979, esta organización ha utilizado estos mecanismos como su principal herramienta política. Aunque estas son formas legítimas de protesta, su uso reiterado y desmedido la ha convertido en un arma chantaje para obtener incrementos salariales y prebendas que ningún otro sector tiene.
Entre 2012 y 2019, la CNTE llevó a cabo mil 168 protestas callejeras en la Ciudad de México, incluyendo marchas, concentraciones y plantones, según información de la Secretaría de Seguridad Ciudadana local. Además realizó movilizaciones en otros estados del país, principalmente en Oaxaca, Chiapas y Guerrero, donde tienen sus principales contingentes, en acciones que incluyen la toma de casetas de peaje, bloqueos de carreteras y plantones para generar caos en lugares clave, como pueden ser los aeropuertos.
Uno de los principales daños causados por la CNTE es su constante interrupción del calendario escolar. Cada año, miles de niños pierden semanas —e incluso meses— de clases debido a plantones, marchas y paros indefinidos organizados por la coordinadora. En 2024, por ejemplo, la CNTE paralizó la actividad escolar en varios estados durante casi un mes, afectando el aprendizaje de millones de estudiantes. Esto no es un hecho aislado, sino parte de una estrategia repetida año tras año.
Otro de los grandes lastres que impone la CNTE al sistema educativo es su rechazo categórico a la evaluación docente. Cada intento de profesionalizar la carrera magisterial –ya sea a través de evaluaciones diagnósticas, concursos de oposición o capacitación continua– es enfrentado con paros y bloqueos.
En lugar de promover la mejora del desempeño docente, la CNTE ha defendido esquemas opacos de asignación de plazas, muchos de ellos ligados a lealtades sindicales antes que a méritos académicos. Se han opuesto, incluso con violencia, a cualquier intento de medir el impacto de la enseñanza en el aula, desvirtuando el propósito de garantizar una educación de calidad.
Durante más de cuatro décadas, la Coordinadora ha sido una figura omnipresente en el escenario educativo y político de México. Nacida en 1979 como una escisión del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), la CNTE surgió con la bandera de la democratización sindical y la defensa de los derechos laborales del magisterio. Sin embargo, con el paso del tiempo, su protagonismo se ha desdibujado de sus ideales iniciales y ha terminado por convertirse en un obstáculo persistente para el mejoramiento de la educación básica en el país.
En las entidades del sur del país, donde la CNTE tiene sus mayores bases de apoyo, se presentan los niveles más bajos de aprovechamiento académico. El grado promedio de escolaridad de la población de 15 años y más, de acuerdo con datos del Inegi, en Chiapas es de 7.5 años, en Oaxaca de 7.9 años y en Guerrero de 8 años, los tres abajo del promedio nacional que es de 9.7 años.
Es difícil no establecer una correlación directa entre la alta conflictividad sindical y el bajo rendimiento escolar. Mientras la CNTE ocupa las calles de la Ciudad de México, los alumnos pierden horas valiosas de clase que jamás se recuperan del todo, perpetuando así el círculo vicioso de la marginación y la ignorancia.
La CNTE nació como respuesta al “charrismo” del SNTE, que en su momento representó Carlos Jonguitud Barrios (1974 – 1977) pero en la práctica ha reproducido muchas de sus formas más autoritarias y corporativas, aunque con un discurso “de izquierda” o populista. La diferencia está más en el estilo y la retórica que en el fondo: en ambos casos, el poder sindical se antepone a la educación de los estudiantes.
Aunque se presenta como independiente, la CNTE ha desarrollado una estructura interna rígida, autoritaria y clientelar, donde el liderazgo controla plazas, promociones y decisiones escolares en sus regiones, particularmente en estados como Oaxaca, Guerrero y Chiapas.
Este poder corporativo ha frenado cualquier intento de modernización educativa. Mientras otros países discuten sobre innovación, pensamiento crítico y habilidades digitales, en muchas escuelas controladas por la CNTE las clases se suspenden para asistir a asambleas o movilizaciones, y los recursos se destinan a sostener estructuras sindicales que operan sin rendición de cuentas.
La CNTE ya no representa a los maestros comprometidos con la enseñanza, sino a una élite sindical que ha hecho del chantaje su principal herramienta de negociación. En nombre de la “resistencia magisterial”, esta organización ha bloqueado reformas, obstaculizado la evaluación docente, boicoteado ciclos escolares y dañado gravemente el derecho a la educación de millones de niñas y niños.
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