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Por primera vez en la historia de la Iglesia Católica, un estadounidense ha sido elegido Papa: el cardenal Robert Francis Prevost, ahora León XIV. Nacido en Chicago pero profundamente marcado por su labor misionera en Perú durante más de 15 años, su elección es considerada como la continuación de la opción pastoral por los pobres y la justicia social que marco el pontificado del Papa Francisco.
En su primer mensaje, desde el balcón de la Basílica de San Pedro, el Papa León XIV convocó a “buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera, tendiendo puentes, dialogando, siempre abierta a recibir con los brazos abiertos a todos (…) a quien necesite de nuestra caridad, de nuestra presencia, del diálogo, del amor”.
Recordó a su antecesor, el Papa Francisco y también a su querida diócesis de Chiclayo en el Perú, puntualizando lo que será su pontificado: “Queremos ser una Iglesia sinodal, caminando y buscando siempre la paz, la caridad, la cercanía, especialmente con quienes sufren”.
El periódico The New York Times destacó que “a pesar de sus raíces estadounidenses, este políglota de 69 años, nacido en Chicago, es considerado un eclesiástico que trasciende las fronteras”, según indica el artículo de los periodistas Motoko Rich, Elizabeth Dias y Jason Horowitz.
El sitio web oficial de noticias del Vaticano –señaló la nota– no lo presentó como el primer papa de Estados Unidos, sino como el segundo papa de América. Sirvió durante dos décadas en Perú, donde se convirtió en obispo y ciudadano naturalizado, y luego ascendió hasta dirigir su comunidad religiosa internacional, la Orden de San Agustín. Durante el papado de Francisco, ocupó uno de los puestos más influyentes del Vaticano, dirigiendo la oficina que selecciona y gestiona a los obispos de todo el mundo.
Eso le convirtió en una opción atractiva para la curia romana, la poderosa burocracia que gobierna la Iglesia y que, tras sufrir frecuentes reprimendas y cambios por parte del Papa Francisco, quería a alguien que conociera y apreciara la institución.
El año pasado se indicó en el sitio web oficial de noticias del Vaticano que “el obispo no debe ser un principito sentado en su reino, sino que está llamado auténticamente a ser humilde, a estar cerca de la gente a la que sirve, a caminar con ella, a sufrir con ella y a buscar formas de vivir mejor el mensaje evangélico en medio de su pueblo”.
En sus primeras palabras como Papa, León XIV reafirmó su cercanía con América Latina. Se espera que refuerce la presencia de la Iglesia en la región no solo como institución espiritual, sino como actor social. Ante el crecimiento del neopentecostalismo (la Teología de la prosperidad), la violencia estructural y los gobiernos autoritarios, el nuevo Papa podría impulsar una nueva conferencia general del episcopado latinoamericano –a la altura de Medellín (1968) o del Santuario de Aparecida en Brasil (2007)– para reorientar la misión pastoral de la Iglesia Católica ante los desafíos del siglo XXI.
Uno de los puntos más sensibles de su pontificado será la migración. Como estadounidense y conocedor del drama migrante desde el sur, León XIV está en una posición única para elevar la voz del Vaticano frente a las políticas restrictivas de Estados Unidos, Europa y otras regiones. En este sentido podría esperarse una línea firme de defensa de los derechos humanos, así como una crítica frontal a las causas de la migración forzada: pobreza, violencia, crisis ambiental y exclusión social.
En relación a su nombre, León XIV, los analistas especializados en el Vaticano opinan que lo más probable es que el cardenal Prevost se haya inspirado en la figura de León XIII. Este pontífice es una figura profundamente asociada con la justicia social, pero también con la modernización prudente de la Iglesia, un mensaje de equilibrio entre la actitud reformista de Francisco y un perfil más diplomático y conciliador en contraste con este, que hizo fuertes críticas a los líderes políticos.
El Papa León XIII (1878 – 1903), nombre apostólico del cardenal italiano Giacchino Vincenzo Raffaele Luigui Pecci, fue autor de la encíclica Rerum Novarum (“Sobre las cosas nuevas”) y se le considera el padre de la llamada “doctrina social de la iglesia”; intentó reconciliar la Iglesia con el mundo moderno, abordando cuestiones laborales, defendiendo los derechos de los trabajadores y planteando el nuevo papel de la Iglesia en el mundo contemporáneo.
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