Perogrullo insiste: no se trata de ganar la campaña, sino, la jornada electoral
Los procesos electorales concurrentes de 2024, dejaron una lección para las y los futuros candidatos. Hubo fenómenos que se replicaron, de tal suerte, que nos permiten hacer un análisis. Veamos.
En la mayor parte del país, no hay medios de comunicación hegemónicos (Televisa de los 70, v.g.), por lo tanto, es difícil que puedan influir en los resultados más allá de generar percepciones efímeras. Asimismo, hay ejemplos de que un candidato puede tener un cúmulo de comentarios positivos y perder, Pepe Yunes, es una muestra evidente.
De igual forma, ocurre con las redes sociales: hay aspirantes muy duchos para ‘venderse’ en estas plataformas, lo que les permite ganar popularidad y ser tendencia con frecuencia, sin embargo, aunque existen más de 110 millones de usuarios, nada garantiza que ese conocimiento de ‘marca’, se traduzca en votos a favor. Además, las redes, están muy desprestigiadas con aquello de la información ‘fake’.
No obstante, lo anterior, tanto medios como redes, pueden ser de utilidad (bajo la guía de expertos), en el pautado y/o segmentación del mensaje.
Por lo que toca a la movilización territorial, es la que ofrece mejores resultados para ganar. Talonearle (los suspirantes y sus cuadrillas), casa por casa, permite un careo (y armar un censo) con los electores. La capacidad de comunicación política, es básica para el triunfo.
Así pues, podemos lanzar la hipótesis de trabajo de que, a pesar de la posmodernidad, el voto es de quien lo trabaja. Dijera Bobbio: volvamos a los clásicos.
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