En anterior colaboración decía que la candidata X estaba haciendo todo lo posible por perder la elección. Parece que ahora también la narco-candidata C ha tomado ese camino. Ambas se encuentran ya en una carrera parejera en donde se trata de ver quién hace y dice más pendejadas (perdón por la “palabrota”, que en realidad no es tan grandota, pues cabe bien en el diccionario).

Desde el arranque formal de su campaña la narco-candidata empezó con el resbalón aquel de confundir la continuidad de la corrupción con la continuidad de la transformación, donde dejó que el subconsciente la traicionara muy fácilmente. A nadie escapa el hecho de que su discurso sea una repetición de las ocurrencias, mentiras y estupideces de López: “Primero los pobres”, “No mentir, no robar y no traicionar al pueblo”, “La austeridad republicana”, “La educación es un derecho, no un privilegio”, “Un sistema de salud pública del primer mundo”, etc. Esto de la copia de mentiras y ocurrencias sería lo de menos, a no ser porque la imitadora es una pésima actriz, a quien no se le cree absolutamente nada de lo que dice, y cada vez habla con menos convicción (sin fe ni sentido de la verdad escénica, dirían los teóricos de las artes teatrales). Decir y hacer pendejadas es algo poco conveniente, pero repetir las que ya ha dicho y hecho otro es el colmo de la estupidez y la falta de imaginación; o, en otras palabras, errare humanum est, sed perseverare diabolicum, como decían quienes eso decían. Sería muy fácil acusar a la candidata C de plagio, así esté plagiando a un jumento.

Pero la candidata X no se queda atrás en este bizarro enfrentamiento. Desde su idea de encuestar a los muertos hasta su reciente aseveración de que “quien a los 60 años no haya resuelto económicamente su vida es un buey”, se le acumulan día tras día otras muy afortunadas pendejadas. Su equipo de campaña no parece existir. Nadie le corrige nada. Tiene muchas ganas de no llegar a la presidencia, y es muy probable que lo consiga, pues facultades y talento al respecto le sobran.

Me parece que este triste y lamentable espectáculo es producto del deterioro no sólo de la política, de los políticos y de los partidos, sino un deterioro de la sociedad entera que lo tolera y sostiene. ¿No hay, en todo el país, dos mejores candidatas que éstas? Umberto Eco lo dice así: “Crisis de las ideologías y de los partidos: alguien ha dicho que estos últimos son ahora taxis a los que se suben un cabecilla o un capo mafioso que controlan votos, seleccionados con descaro según las oportunidades que ofrecen, y esto hace que la actitud hacia los tránsfugas sea incluso de comprensión y no ya de escándalo. No solo los individuos, sino la sociedad misma vive en un proceso continuo de precarización.” Parafraseando a algún ignoto “creativo” de la propaganda política reciente, podemos decir entonces que no sólo vamos mal, sino que viene lo peor.

Acá en Veracruz puede haber un aparente matiz (más bien, yo desearía que ese matiz fuera real y no sólo aparente). El candidato opositor veracruzano se ha recuperado hasta el momento en las intenciones de voto, mientras la candidata oficialista parece ir en caída libre. La zacatecana se ha visto envuelta en ya incontables escándalos de corrupción que hacen cada vez más inviable e indeseable (incluso ya para ella misma) su triunfo en las urnas; mientras el primero proyecta seguridad y da la impresión de tener cada vez más (casi) todo bajo control.

Yunes es mejor actor que Nahle. Sin duda. Como dijo el que dijo: para ser hay que parecer. Ojalá no todo quede en apariencias. Pero eso lo veremos. O no lo veremos.