A cinco siglos de distancia, los pueblos totonacos, náhuatl, otomís, tepehuas, zapotecos, chinantecos, popolucas, tzeltales, tzotziles, tének, mayas, entre otros convivían entre sí y siguen presentes en el México y Veracruz multicultural. El respeto a la diversidad de sus idiomas locales o regionales se permitía. Cuando la gente del Reino de Castilla envió a los frailes, éstos últimos tuvieron que aprender los idiomas que se hablaban en Mesoamérica.

Son el mixteco, el náhuatl y el maya las lenguas con las que lograron aproximarse los franciscanos, jesuitas, dominicos y otros grupos religiosos a los verdaderos herederos de éstas tierras para evangelizarlos. Se intercambiaron saberes, conocimientos y diversos aprendizajes. La sabiduría de los pueblos que habitaban en los suelos descubiertos era sumamente avanzada. No pudieron arrancarles su esencia, porque en el escudo nacional está la muestra de la identidad originaria, por la creación de Tenochtitlan, el lugar donde abundan las tunas y piedras, desde aquel año de 1325.

Distintos estudiosos provenientes del otro continente fueron explorando, maravillándose con todo lo que se encontraron en el camino. En forma de poemas, cantares y códices se va develando un pasado glorioso de México, el ombligo de la luna. La constante práctica de la medicina natural, la estructura organizativa, social, económica, así como el conocimiento astronómico los hizo ser un territorio ampliamente desarrollado.

Los distintos pasajes históricos y mitológicos de los que hace referencia Miguel León Portilla en sus distintas investigaciones, nos traslada al pensamiento, el acervo cultural y filosófico náhuatl, además de una visión desde los vencidos, antes vencedores de varios territorios. Es un 22 de abril de 1519 cuando unos soldados fundan la Villa Rica de la Vera Cruz, siendo así, el primer ayuntamiento del Continente Americano. Es en Veracruz donde Hernando Cortés realiza alianzas con los habitantes totonacas de Cempoala, lugar de las veinte aguas.

Cada uno de los pasajes, tragedias, sacrificios, sucesos e incidentes durante aquellos tiempos propicio que en la gran México Tenochtitlan se instituyera una Colonia. Tres siglos después, los mismos descendientes de lo que ya era España, buscaron que se independizaran y para eso requirieron de la participación de los pueblos originarios.

El movimiento social de 1910, llamado Revolución Mexicana se realizó con el apoyo de los campesinos, de los pueblos originarios de éste gran país, así como de los afrodescendientes. Los pueblos originarios de Veracruz durante éstos últimos cinco siglos siguen, persisten y trascienden.

Es tiempo de reconocerlos, revalorarlos y reencontrarnos. Todos somos hijos de la madre tierra, el padre sol, la madre luna, etc. Los pueblos originarios ya no deben ser más carne de cañón, sino bandera de paz -como diría el tata Juan Simbrón- y justicia social, porque la deuda histórica lo exige y algunos siguen sin dar las   respuestas oportunas y precisas. 

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