Es muy sonado en la publicidad el programa “el campo en nuestras manos”. Sería conveniente que le pusieran mayor atención a ese mensaje, ya que éste importante sector se les ha ido de las manos a las administraciones gubernamentales, a las instituciones, a las organizaciones y asociaciones en la búsqueda del bienestar de los trabajadores del agro.

El Presidente de la Confederación Nacional Campesina en el país, el exgobernador de Durango y actual Senador Ismael Hernández Deras reconoce que, “tenemos un campo con baja productividad y altos niveles de pobreza”. Bien lo expresaría Colosio: “es la hora de las respuestas”. Por lo que esperemos que en el acto agrario del 6 de enero del próximo año se realicen los pronunciamientos sólidos, congruentes, sinceros, que hablen sobre la realidad que se vive en el sector agroalimentario y se mencione el rumbo que debe tomar de manera urgente e inmediata.

El campo se encuentra olvidado por aquellos personajes que ponen muros dentro del mismo país. El campo está empobrecido por la falta de sinergias justas y sensibilizadoras. Es el momento para que se pongan en los zapatos de los más pobres en el contexto rural e indígena. El nivel de pobreza y marginación ha aumentado, volteemos la mirada hacia éste sector, porque la situación es alarmante y lacerante.

Estamos de acuerdo con lo que plantea el dirigente nacional de la CNC cuando menciona que tenemos un reto que consiste en “cómo organizarnos y cómo pasamos de padrones de beneficiarios que en ocasiones se convierten en barriles sin fondos a padrones de proyectos productivos del sector social para incorporarnos a una verdadera alianza con el sector productivo, el sector académico y aportar lo que nos corresponde para combatir la pobreza que hay en determinadas zonas rurales”, pero que nos avisen oportunamente el cómo y bajo que mecanismo se deben realizar éstas buenas ideas, porque son fuertes los desafíos que se avecinan.

El 16 de noviembre de 1969, Luis Echeverría Álvarez exclamó: “Hoyreafirmamos nuestro criterio de que el ejido y la auténtica pequeña propiedad son ambos productos de la Revolución Mexicana, y que el sistema comunal, por su parte, es legítima herencia de nuestros antepasados indígenas. Las auténticas pequeñas propiedades, las comunidades y los ejidos conviven jurídica y económicamente dentro de nuestra Reforma Agraria”. Es la hora para que se apliquen políticas públicas que consideren como prioridad un sistema de alianzas estratégicas territorialmente acopladas.

Los productores del campo no debe seguir siendo carne de cañón, deben ser prioridad para los gobiernos de todos los niveles, por lo que es indispensable que se le apueste al desarrollo de capacidades humanas, que se refuerce al ejido y no se intente desaparecerlo. Debe haber una reingeniería en las instituciones encargadas de impulsar al agro, porque no sólo de remesas vive el campo.

Paxkatkatsini (Gracias)

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