23 de Abril de 2024
Entorno Político | OPINIÓN
Domingo 03 de Diciembre de 2017 | 12:49 p.m.
Wenceslao Vargas Márquez
Wenceslao Vargas Márquez
Hambre y sed de justicia

Era el 23 de mayo de 1893. En esa fecha publicó el diario católico El Tiempo, de la Ciudad de México, una nota titulada Paz mecánica, confesiones de don Justo Sierra;  en nuestro idioma estaba desapareciendo la voz interviú-interview pero se mantenía el anglicismo acentuado repórter: Al investigar si habría en México alguna influencia política del expresidente (1880-84) Manuel González, fallecido en abril, dijo el diario:

 “Entrevistado, como hoy se dice, por un repórter, para que diera su opinión sobre si hubo o no en México partido gonzalista, no se limitó a contestar que sí o no, como Cristo Nuestro Señor nos enseña, sino que se extendió en ciertas consideraciones políticas de actualidad, que pueden formar un verdadero programa de oposición al gobierno del General Díaz. Juzguen si no nuestros lectores. Habla D. Justo Sierra”. Y enseguida Sierra, el maestro de América, teoriza sobre ciertas cuestiones políticas básicas relacionada al equilibrio entre autoridad y libertad dentro del porfirismo. Se inclina Sierra por más libertad mediante educación y paz.

Lo más importante de la entrevista fue el escándalo por lo que dijo enseguida: “Y para ello (educación y libertad, W) consideramos un medio de imponderable eficacia la justicia. De ella tiene hambre y sed esta sociedad”. Luego el diario católico opositor comenta acerca de las declaraciones de Sierra y hace un listado numerado de los puntos más importantes dichos por él. En el octavo punto reprodujo El Tiempo unas palabras de Sierra que se convirtieron en una bomba: “La sociedad mexicana tiene hambre y sed de justicia”, una frase que provocó un escándalo nacional, una verdadera tormenta política.

A fines de año, en diciembre del mismo 1893, Justo Sierra, en la cámara de diputados añadió: “Soy yo, señores diputados, quien hace algunos meses dijo que el pueblo mexicano tenía hambre y sed de justicia; todo aquel que tenga el honor de disponer de una pluma, de una tribuna o de una cátedra, tiene la obligación de consultar la salud de la sociedad en que vive, y yo, cumpliendo con este deber, en esta sociedad, que tiene en su base a una masa pasiva, que tiene en su cima un grupo de ambiciosos y de inquietos, en el bueno y en el mal sentido de la palabra, he creído que podría resumirse su mal íntimo en estas palabras tomadas del predicador de la montaña: “hambre y sed de justicia”. Y Sierra revivió la tormenta.

De Mateo 5 es la cita sobre el hambre y la sed de justicia, y también de Mateo 5 la indicación de hablar con respuestas claras, que se responda sí, sí, o no, no. En el mismo diciembre de 1893 Sierra añadió: “hay cuatro quintas partes de mexicanos que no tienen derechos: quiere decir que una gran masa de la población mexicana no ha encontrado justicia todavía”. Hubo un día, en 1994, que el fallecido Luis Donaldo Colosio pronunció la misma frase y sus seguidores dijeron que el candidato fue asesinado por pronunciar tan original frase, misma que desafiaba al presidente en turno. Esa fue uno de los soportes a la ociosa teoría del complot sobre su muerte. La frase, como vemos, nada tuvo de original en labios de Colosio. 

De la época de Justo Sierra, 1893, hasta la fecha, ha pasado mucho más que un siglo de agua bajo el puente y la cosa pública y la realidad social en México no son sustancialmente distintas a la narrada entonces. Lo digo en términos de la cantidad de miserables que hoy viven en México sin tener qué comer. Pasó toda una revolución y se creó, desde el poder, un partido político para administrarla. En su momento, el calamitoso expresidente López Portillo llamó a los mexicanos a administrar la abundancia. Quedó todo en inflación y desastre, desastre e inflación que pretendieron corregir sus sucesores en la presidencia, todos del PRI, metiendo tijera a todo, hasta el cambio de 2000 en que por doce años gobernó el PAN. Se fueron el PAN y su docena tragicómica, y volvió el PRI con el discurso técnico de las reformas estructurales que de inmediato firmó el PAN (y un simbólico PRD).

Hoy el candidato oficial es un técnico que es hijo político tanto del PRI como del PAN pero, por conveniencias recíprocas, dice que no pertenece a ninguno. Es notorio que el PRI llegó a un extremo tal de desgaste que para ser competitivo en las elecciones presidenciales de 2018 debe nominar a un candidato que no sea formalmente de sus filas. No lo es formal pero lo es factual. El PRI no halló en todo el horizonte nacional a ningún hombre y a ninguna mujer que pudiese representarlo con decoro en los comicios. De ese tamaño es la crisis del numéricamente más importante y experimentado partido político de México. Su gran fortaleza es su unidad, su disciplina, y el silencio mecánico de sus militantes a lo que venga y se ordene desde arriba. Esto, que es virtud en el PRI y sus seguidores, no puede ser pecado en Morena y los suyos o Nueva Alianza y los suyos. 

Pero volvamos a Meade. Es el hijo político de los dos partidos que han (co)gobernado México en los últimos 88 años (desde 1929, y desde el ingeniero Ortiz Rubio, señalado por sus críticos con el ecológico apodo de El Nopalito) y que ha generado 54 millones de pobres con 10 millones en pobreza extrema. ¿Habría garantías de que Meade sería el presidente que hará por la redención social mexicana lo que los dos partidos a los que ha servido no han hecho en 88 años? ¿Habría garantías de que Meade haría suya la crítica del predicador de la montaña, la de Mateo 5, la crítica de Justo Sierra de 1893 y la de Colosio de 1994, justo un siglo después? Vemos muy complicado dar una respuesta positiva para un México que lleva cinco siglos con hambre y sed de justicia, vemos muy complicado que Meade deje de ser el hombre por el que apuestan los económicamente poderosos para seguir acumulando riqueza.

El candidato oficial es también hijo de la cábala del número 27 que es el número que prefiere el presidente según los más cercanos observadores de sus gustos y costumbres. Se hizo público con mucha anticipación que sería ‘destapado’ el día 27 y así ocurrió. Para ganar, cualquier candidato debe estar en la banda del 30-35% en la votación. Corre el albur (la frase es de Borges hablando del Wakefield de Nathaniel Hawthorne), corre el albur el candidato oficial de que así como corrió en su favor la cábala del 27, la misma cábala corra en su contra en julio de 2018 y concluya su votación con un místico 27%.

 

Twitter @WenceslaoXalapa

*** Las ideas y opiniones aquí expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente reflejan el punto de vista de Entorno Político.

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